Sí señores, la
SGAE sigue cubriéndose de gloria en su campaña por ir haciendo cada vez más amigos. La cosa es como sigue: un juez ha declarado
ilegal un vídeo de una boda que grabó para cobrar derechos de autor.
Como lo oyen, la Sociedad General de Autores y Editores
infiltra detectives privados en las bodas para grabar posibles vulneraciones en la emisión de obras protegidas por ellos. Es decir, por si se pone música. Y es que uno se pregunta, incrédulo, quienes son los piratas.
No aprenden, primero los
bares, ahora las bodas, y a seguir vulnerando derechos constitucionales. Luego se extrañan de que les crezcan los
enanos.
Y ya saben, si se casan, llévense unos bongos.